CAPÍTULO 2

CAPÍTULO 2

La chica de la calabaza conoce a un joven desgraciado

Ambos hombres se levantaron de sus asientos al unísono y estaban a punto de partir de camino cuando una voz llamó desde atrás:

–¡Yucun! ¡Felicidades!

Cuando Yucun se giró, se sorprendió de ver que era Zhang Rugui, un antiguo colega que había perdido su posición al mismo tiempo y por la misma razón que él. Desde entonces, al averiguar que había un movimiento en la capital para la readmisión de exfuncionarios y que acababa de aprobarse, había estado yendo de aquí para allá, tirando de hilos y solicitando ayuda de posibles promotores y estaba metido en esta actividad cuando se encontró inesperadamente con Yucun. De ahí las felicitaciones ofrecidas a Yucun en su saludo. Leng Zixing, que había oído de pasada la noticia, propuso un plan. ¿Por qué no habría de pedir Yucun a su empleador, Lin Ruhai, que escribiera a su cuñado Jia Zheng a la capital y solicitar su apoyo a Yucun, de su parte?

Yucun abordó el asunto al día siguiente con Lin Ruhai.

–Así pues ocurre que se ha presentado una oportunidad de ayudarte, –dijo Ruhai–. Como mi pobre esposa falleció, mi suegra de la capital se ha preocupado porque mi hijita no tiene a nadie que la cuide y ya ha mandado a alguien de su clan en una gabarra para que se la lleve a la capital.

Yucun sabía ahora que lo que Zixing le había dicho era verdad y dio las gracias a Lin Ruhai de nuevo. Al principio su pequeña alumna no pudo ser convencida de separarse de su padre; pero su abuela insistió en que debería ir y accedió una vez que Ruhai añadió sus propias razones. El día de su llegada a la capital, Daiyu desembarcó y encontró sillas cubiertas de la Mansión Rong para ella y sus doncellas y un carro para el equipaje esperando en el muelle. A menudo había oído decir a su madre que el hogar de la abuela Jia no era como las casas de otras personas.

Cuando Daiyu y las chicas fueron a visitar a la señora Wang, la encontraron en medio de un debate sobre temas familiares con los mensajeros de su hermano mayor y su esposa y oyeron hablar de que los miembros de la familia de su tía en Nanking estaban implicados en un caso de asesinato.

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Volvamos ahora a los asuntos de Jia Yucun, recién instalado en el yamen de Ying-tian-fu. Acababa de llegar a su nuevo puesto cuando se remitió a su tribunal un caso de asesinato. Se refería a dos partes en disputa sobre la compra de una esclava. Ninguna había estado dispuesta a ceder ante la otra y, en la subsiguiente disputa, una de las partes había resultado herida y había fallecido posteriormente. Después de leer todos los papeles relevantes para el caso, Yucun convocó al demandante para interrogarlo y obtuvo de él el siguiente relato de lo que había ocurrido:

–El hombre asesinado era mi amo, Señoría. Aunque entonces no se dio cuenta, la chica que compró había sido secuestrada por el hombre que se la estaba vendiendo. El secuestrador, habiéndose metido ya en el bolsillo el dinero de mi joven amo, fue y se la vendió otra vez a Xue. Cuando lo averiguamos, fuimos a cogerlo y recuperar a la chica. Pero, desgraciadamente, este Xue resultó ser un poderoso jefe Nanking que, evidentemente, pensó que por dinero e influencia podría salirse con la suya. Envió un grupo de secuaces a casa de mi joven amo y lo golpearon tanto que murió.

–¡Es monstruoso! –dijo Yucun con mucha ira. Cogió una orden y estaba a punto de enviar a sus corredores a prender a los subordinados del asesino y llevarlos al tribunal para que fueran castigados cuando se dio cuenta de que uno de los ujieres le hacía señas con los ojos insistentemente para que no expidiera la orden. El ujier había sido novicio en el templo en el que una vez se había alojado. Dijo:

–Ahora tome a este Xue del que estaban hablando antes. ¡Su Señoría posiblemente no podría llegar a ninguna conclusión basándose en su testimonio! No engañaría a Su Señoría. En cuanto el hombre asesinado puso sus ojos en esa chica se enamoró inmediatamente de ella, juró que nunca tendría a otra mujer que no fuera ella.

Yucun suspiró comprensivo.

–Su encuentro no puede haber sido coincidencia. Debe de haber sido el trabajo de algún destino más alto.

–He pensado en una muy buena solución: lo que debería hacer es arrestar a algunos de los hombres y sirvientes de Xue y traerlos para interrogarlos. Pero, mientras tanto, me pondré a trabajar en ello aparte y organizaré que informen de que Xue murió de una enfermedad repentina. Entonces usted adjudica a los Feng una compensación para cubrir los gastos del funeral y demás. Y, puesto que los Xue nadan en dinero, puede decir lo que quiera: quinientos, mil, no importa. –Este fue el consejo ofrecido por el ujier. Y, con esta observación, ambos hombres concluyeron su conversación. Con un retorcimiento juicioso de la ley para ajustarse a las circunstancias, Yucun se las arregló para llegar a algún tipo de juicio en el que los demandantes recibieran una compensación sustancial y salieran razonablemente bien satisfechos.

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