CAPÍTULO 1

CAPÍTULO 1

Jia Yucun descubre que la pobreza no es incompatible con el amor

Este es el primer capítulo. Como consecuencia de las visiones de un sueño que tuvo, en una ocasión anterior, experimentado, el autor relata personalmente que escondió deliberadamente las circunstancias verdaderas y tomó prestados atributos de percepción y espiritualidad para relatar esta historia del Registro de la piedra.

¿Sabéis, dignos lectores, de dónde procede este libro? La respuesta puede sonar fantástica, aunque considerado cuidadosamente, es de gran interés. Permitidme que os lo explique para que no quede sombra de duda en vuestras mentes.

Hace mucho, cuando la diosa Nu-wa estaba reparando el cielo, derritió gran cantidad de roca y, en los increíbles Riscos de las grandes montañas de fábula, modeló la amalgama en treinta y seis mil quinientos un bloques de construcción. Utilizó treinta y seis mil quinientos de estos bloques grandes en el transcurso de sus operaciones de construcción, dejando solo un bloque desparejado sin usar, que estaba, solo, al pie del Pico de la enfermedad verde en las antedichas montañas. Este bloque, habiendo pasado por el fundido y moldeado en manos de una diosa, poseía poderes mágicos. Al ver que todos los demás bloques habían sido usados en la reforma celestial y habiendo sido el único que había sido rechazado como indigno para el trabajo, se llenó de vergüenza y resentimiento y pasaba sus días entre lamentos y pena.

Un día, en medio de su miseria, vio a un monje y a un taoísta acercarse desde muy lejos. Cuando llegaron al pie del Pico de la enfermedad verde, se sentaron en el suelo y comenzaron a hablar. El monje, viendo la lustrosa translucidez del bloque de construcción rechazado, se metió la piedra en la manga y partió a gran velocidad con el taoísta. Pero de a dónde fueron no tengo ni idea. Pasaron eones incontables y un cierto taoísta llamado Vanidad que buscaba el secreto de la inmortalidad pasó por casualidad por debajo del mismo Pico de la enfermedad verde en los increíbles Riscos de las grandes montañas de fábula cuando vio una gran piedra allí plantada, sobre la que aún eran claramente discernibles los caracteres de una antigua inscripción.

Hace mucho, mucho, el mundo estaba inclinado hacia abajo, hacia el sureste y, en aquella parte de la tierra tan alejada hacia el sureste, había una ciudad llamada Soochow; y en Soochow, el distrito alrededor de la puerta Chang-men se decía que era uno de los barrios más ricos y de moda del mundo de los hombres. Había un viejo templo en el distrito que, a causa de la forma en la que estaba colocado dentro de un estrecho callejón sin salida, era llamado localmente Templo de la calabaza. En la puerta de al lado del Templo de la calabaza vivía un caballero de posibles llamado Zhen Shiyin. Una vez, Shiyin estaba durmiendo la siesta. Mientras estaba en este estado somnoliento, se encontró vagando inconscientemente a algún sitio que no pudo identificar, en donde fue consciente de un monje y un taoísta que caminaban y hablaban. El monje decía con risa:

–Junto a la Roca del renacimiento en las riberas del río Mágico, había una hermosa flor de perla carmesí, regada por el dulce rocío junto a la divina Piedra luminiscente en espera en la corte del resplandor de la puesta de sol, título honorífico dado a la piedra por el hada Desencanto. Gracias al vitalizante efecto del dulce rocío, pudo deshacerse de su forma vegetal y tomar la forma de una chica. Dijo que la única forma en la que quizás podría devolvérselo a la piedra sería con las lágrimas derramadas durante toda una vida mortal si él y ella alguna vez fueran a renacer como humanos en el mundo de abajo.

Shiyin oyó toda esta conversación bastante claramente y la curiosidad le forzó a adelantarse y saludar a los dos reverendos caballeros. El monje sacó un objeto de la manga y se lo dio a Shiyin. Shiyin lo tomó y vio que era un trozo de jade hermoso y claro.

Jia Yucun, un estudiante pobre, se alojaba en el Templo de la calabaza. Estaba ojeando algunos libros de poesía para pasar el tiempo cuando oyó por la ventana una tos de mujer. Inmediatamente se levantó y se asomó para ver quién era. La tos parecía proceder de una joven doncella. Era una chica anormalmente atractiva con una cara más bien refinada: no una gran belleza, de ninguna forma, pero sin duda había algo impactante en ella. Yucun se quedó mirándola hechizado. La doncella se apresuró a quitarse de esta presencia masculina pero no pudo evitar girarse para echar otro vistazo al joven. Yucun la vio girarse y dio inmediatamente por sentado que la había gustado.

Un día Yucun se arriesgó a quedarse en la zona de Yangchow donde oyó que el Comisionado de la Sal para ese año era un tal Lin Ruhai. Lin Ruhai era, para su tristeza, miembro de una familia cuyo número se reducía. Su esposa principal, de soltera Srta. Jia, le había dado una hija llamada Daiyu. Pasó un año o más sin acontecimientos y entonces, bastante inesperadamente, la esposa de Lin Ruhai enfermó y murió.

Un día, un deseo de probar las vistas y los sonidos del campo condujo a Yucun al exterior de los muros de la ciudad. Yucun pensó que, para obtener todo el sabor rural de su excursión debería tomarse unas pocas copas de vino en una posadita del campo. Apenas había puesto pie en la posada del pueblo cuando uno de los hombres que bebía en otra mesa se levantó y se le acercó con una amplia sonrisa en la cara. Era un anticuario llamado Leng Zixing a quien Yucun había conocido algunos años antes cuando se alojaba en la capital. Ambos hombres procedieron, entre lentos sorbos de vino, a ponerse al día de lo que cada uno había estado haciendo en los días que habían pasado desde suúltimo encuentro:

–No se me ocurre nada particular digno de mención, –dijo Zixing– salvo, quizás, por un pequeño pero muy inusual acontecimiento que tuvo lugar allí en tu propio clan.

Yucun le preguntó a qué familia se estaba refiriendo.

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–Los Jia de la Mansión Rongguo, –dijo Zixing–. Ahora, tanto la casa de los Rong como la de los Guo se encuentran en un estado muy reducido. Tanto amos como sirvientes llevan vidas de lujo y magnificencia. Y aún tienen muchos planes y proyectos en curso. Pasa algo mucho más grave que eso con ellos. Son incapaces de tener hijos sanos. Los hombres de la familia se degeneran cada vez más de una generación a la siguiente.

–El Duque de Ningguo y el Duque de Rongguo eran hermanos de madre. Cuando el viejo Duque de Rongguo falleció, su hijo mayor, Jia Daishan, heredó la posición y salarios de su padre. Se casó con una chica de una familia muy vieja de Nanking, la hija del marqués Shi, que le dio dos hijos, Jia She y Jia Zheng. Daishan lleva muchos años muerto pero la señora aún está viva. El hijo mayor, Jia She, heredó. El segundo hijo, Jia Zheng ascendió al puesto de subsecretario. La esposa de señor Zheng había sido anteriormente la Srta. Wang. Su primer hijo fue un varón. El segundo vástago que le dio a luz fue una niñita. Luego, tras un intervalo de doce años o más tuvo, de repente, otro hijo. Era un hijo notable no solo por ese motivo, si no porque nació con con un hermoso trozo de jade de color claro en la boca. El jade tenía mucho escrito. La hija mayor del señor Jia Zheng, Yuanchun, era una chica de virtud e inteligencia excepcional y por eso fue elegida para ser Dama Secretaria en el Palacio Imperial. La siguiente en edad después de esa y la mayor de los tres que aún le quedan en casa se llamaba Yingchun. Después vino otra hija del señor. Zheng, llamada Tanchun. La más joven, Xichuan, era hermana de Zhen Jia de la Mansión Ningguo.

–El señor She tiene también un hijo, llamado Jia Lian. Se casó en su propia parentela, la sobrina de la esposa de su tío Zheng, Wang, llamada Wang Xifeng. Habiendo comprado el título de subprefecto, se quedó en casa con su tío Zheng y lo ayuda a llevar los asuntos de la familia. Sin embargo, desde que se casó con esta joven que he mencionado, todo el mundo, tanto los de arriba como los de abajo no ha hecho más que alabarla. No solo es una joven muy hermosa; también es muy elocuente y altamente inteligente, es más que un buen partido para la mayoría de los hombres, te lo puedo asegurar.

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