CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 5

Jia Rui concibe una pasión ilícita por su atractiva prima.

De regreso a su propia casa, Jinete Jin incubaba una creciente ira por su humillación.

–Qin Zhong es el cuñado de Jia Rong. Hoy he empezado a ponerle ojitos a otro y yo me he dado cuenta. ¿Qué pasaría si hubiera una pelea por esto? No tengo nada que temer.

–Su madre, la viuda Jin, escucho lo que murmuraba.

–¿Qué has aprovechado hasta ahora? Mira el trabajo que tuvimos para meterte en ese colegio. Todas las conversaciones que tuve con tu tía. Además, allíte dan meriendas y cenas gratis, ¿no? Eso ha supuesto un gran ahorro para nosotros durante los dos años que llevas yendo allí. Y otra cosa: si no hubieras ido a esa escuela, ¿cómo habrías conocido a ese señor Xue tuyo? Le hemos sacado el año pasado entre setenta y ochenta monedas de plata. –Así reprendido, Jinete Jin se tragó su ira y se calló. No tardando mucho se fue a la cama y a dormir.

La tía de Jinete Jin estaba casada con un tal Jia Huang, miembro del clan Jia. Ese día, el tiempo era bueno y soleado y la Sra. Huang salió a devolver una visita de su cuñada y sobrino. Durante la conversación, la viuda Jin enseguida llegó al asunto del día anterior en el colegio. Rechazando las súplicas de su cuñada, la Sra. Huang envió a la anciana sirvienta a por un coche y, metiéndose dentro, condujo directa hasta la Mansión Ningguo. Pidió ver a Youshi y preguntó qué había pasado con Qinshi.

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–No sé lo que le pasa últimamente, –dijo Youshi–. Hace más de dos meses desde que tuvo la última regla, aunque los doctores dicen que no está embarazada. –Mientras seguían hablando, entró el primo Zhen.

Cuando se hubo marchado la Sra. Huang, el primo Zhen volvió a entrar y se sentó. Le dijo a Youshi:

–Lo que te iba a decir es que acabo de tener una visita de Feng Ziying. Me habló de un erudito amigo suyo llamado Zhang Youshi. Es un hombre de amplios conocimientos incluyendo, aparentemente, un extenso conocimiento de medicina.

Sobre el mediodía del día siguiente, uno de los sirvientes de la puerta entró para informar:

–El Dr. Zhang al que había enviado a buscar ha llegado, señor.

El doctor alargó la mano y la puso en la muñeca derecha de Qinshi. Le tomó el pulso con gran concentración durante varios minutos, tras los cuales puso su atención en la muñeca izquierda. El doctor dijo:

–Entonces, un pulso distal rápido de la parte inferior de la mano izquierda significa que un mal funcionamiento del control del humor cardíaco provoca que se genere demasiado fuego. Si el corazón genera fuego, los síntomas deberían ser irregularidad de las menstruaciones e insomnio. Una insuficiencia sanguínea y un bloqueo del humor del hígado podría acabar en dolor y congestión bajo las costillas y un retraso de la menstruación más allá de su época. Algunas personas dirían que esto indica un embarazo, pero me temo que yo tendría que estar en desacuerdo.

Había llegado el cumpleaños de Jia Jing. Comenzaron a llegar los visitantes poco a poco. Los primeros fueron Jia Lian y Jia Qiang. Habiendo inspeccionado las distintas disposiciones de los asientos, preguntaron si estaba previsto entretenimiento de algún tipo.

–Anteayer el amo se enteró de que el Sr. Jing no vendría, así que nos pidió que buscáramos una compañía de actores y una banda.

La Sra. Xing, la Sra. Wang, Wang Xifeng y Baoyu llegaron después. Habiendo terminado la comida, Xifeng dijo:

–Tía Wang, ¿podría ir primero a ver a la esposa de Rong? Puedo seguir al jardín desde allí.

Xifeng dirigió algunas palabras de ánimo a Qinshi. Luego, seguida por las mujeres que la habían acompañado desde la Mansión Rong y un número de empleadas domésticas pertenecientes a la casa Ning, se dirigió a una de las puertas laterales que conducía a los jardines. Xifeng iba por el jardín, admirando la vista mientras caminaba, cuando, de detrás de una montaña artificial de roca salió una figura repentinamente y se abrió camino hacia ella:

–¿Cómo estás, prima? –Xifeng se llevó un susto por la sorpresa.

–Eres el primo Rui, ¿no?

–¿Ni siquiera sabes quién soy, prima?

–No es que no te conozca –dijo Xifeng–. No esperaba verte aquí.

–Debemos de haber sido predestinados a encontrarnos, prima –dijo Jia Rui–. Acabo de escaparme de la fiesta. Nunca esperé encontrarme con mi hermosa prima aquí.

La miraba lujuriosamente mientras hablaba con una mirada fija y llena de intención.

Se anunció la llegada de Jia Rui justo cuando Xifeng y Paciencia estaban hablando de él. Xifeng dijo:

–Aunque te quedes, no es muy adecuado aquí a plena luz del día. Márchate y regresa más tarde cuando sea de noche, al principio de la primera guardia.

Jia Rui tanteó el camino hacia la Mansión Rongguo justo antes de que cerraran las puertas y se deslizó a la galería. Durante mucho tiempo Jia Rui escuchó atentamente, pero no había nadie. De repente hubo un portazo fuerte y se cerró la puerta. Ahora, aunque hubiera querido salir, no podría. Al final de la noche estaba casi muerto de frío y, sin embargo, su ardor permanecía sin desvanecer. Y así, dos días después, en cuanto tuvo algo de tiempo libre, regresó una vez más buscando a Xifeng. Viéndolo tirarse tan voluntariamente a la red, Xifeng decidió que necesitaba una lección más para curarlo de su tontería y le propuso otra tarea. Congelado, atormentado y obligado a huir, ¿qué constitución podría aguantar tantos golpes y esfuerzos sin sucumbir a la enfermedad finalmente?

Jia Rui se tragó ansiosamente todas las medicinas que le ofrecían; pero todo en vano, porque nada parecía hacerle ningún bien. Un día apareció un taoísta cojo en la puerta pidiendo limosna y diciendo que era capaz de curar enfermedades del karma. Jia Rui lo llamó desde la cama:

–¡Rápido, decidle al hombre santo que venga y me salve!

–Ninguna medicina te curará la enfermedad –suspiró el taoísta–. Sin embargo, tengo aquí una cosa preciosa que puedo prestarte, la cual, si la miras todos los días, te garantizo que te salvará la vida.

Con estas palabras, se sacó del bolso un espejo que tenía superficies reflectantes por ambos lados. Las palabras un espejo para el romántico estaban inscritas en el dorso. Se lo pasó a Jia Rui.

–Este objeto procede del Salón del Vacío de la Tierra de la Ilusión. Solo debes mirar al dorso del espejo. Nunca, nunca, bajo ninguna circunstancia, debes mirar al frente.

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Sujetándolo frente a la cara, Jia Rui miró al dorso como le habían indicado y vio una calavera sonriente, que cubrió rápidamente. Dio la vuelta al espejo y miró y allí dentro estaba Xifeng haciéndole señas para que entrara, y su alma encantada flotó al interior del espejo detrás de ella. Allí hicieron el amor juntos, tras lo cual ella lo vio salir otra vez. Hizo esto tres o cuatro veces. Pero, la última vez, cuando iba a regresar desde el espejo, se le aproximaron dos figuras sujetando unas cadenas de hierro que le cerraron alrededor y por medio de las cuales procedieron a arrastrarlo. Gritaba mientras lo arrastraban:

–¡Esperad! Dejad que me lleve el espejo conmigo...

Esas fueron las últimas palabras que pronunció jamás. Cuando aquellos que estaban alrededor de su cama lo examinaron más de cerca, descubrieron que ya había dejado de respirar.

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