CAPÍTULO 7
Lin Chong mata a Wang Lun
Mientras Chao Gai y los otros estaban hablando de unirse a los proscritos del monte Liangshan, rápidamente se acercaron soldados a caballo sobre el pueblo. Ruan el Segundo dijo:
–No se preocupen, yo me encargo de ellos. Ahogaré a la mayoría.
Chao Gai dijo:
–El profesor Wu y Liu Tang llevarán a nuestras familias y posesiones en botes a la orilla izquierda de la entrada Lijia y esperarán allí. Los hermanos Ruan irán a encontrase con el enemigo y Gongsun Sheng y yo nos subiremos después.
He Tao y sus hombres asediaron la casa de Segundo pero, salvo por algunos muebles, pesados, el lugar ya había sido limpiado mucho antes. Los pescadores vecinos dijeron:
–Se han ido al pantano.
He Tao dio la orden inmediatamente:
–Confisquen los botes de los paisanos y vámonos todos en los barcos a arrestar a Chao Gai.
Cuando los quinientos soldados de He Tao en bastantes más de cien barcos se movían por el lago, vieron a un hombre remando en un botecito y gritando una canción estridente en un matorral de cañas. Las palabras llegaban claras a través del agua: "Pesco toda mi vida en las cañas, no planto ni arroz ni cáñamo. A los oficiales codiciosos los mato a todos, al emperador soy leal y sincero".
Ho Tao y sus hombres estaban perdidos, uno de ellos lo reconoció:
–¡Es Ruan el Quinto!
El inspector He hizo una señal con el brazo, gritando:
–¡Dispara!
Los arqueros que tenía detrás colocaron las flechas, estiraron las cuerdas al máximo y las dejaron salir. Quinto cogió su remo y se echó al agua. Los soldados estaban encallados.
He Tao ordenó a los soldados que se movieran en botes. De repente, escucharon un silbido estridente que procedía de las cañas. Delante vieron acercarse un barco pequeño con dos hombres. El que estaba en proa sujetaba una lanza con forma de pincel de escribir. Cantaba esta canción: "En la aldea de la Tablilla de Piedra nací, siempre me gustó matar. Levantaré las cabezas de Ho Tao y del ayudante y se las daré como regalo a mi emperador".
He Tao se sorprendió más. Algunos reconocieron al cantante: "¡es Ruan el Séptimo!"
He Tao gritó:
–¡Agárrenle! ¡No lo dejen escapar!
El barco de Ruan el Séptimo y el hombre que empuñaba el remo parecían volar por el agua. El grupo de barcos que los perseguía observaron que la vía se hacía cada vez más estrecha. He Tao mandó dos hombres con lanzas de púas a mirar por la orilla. De repente, Ruan Segundo atravesó las cañas y salió con un azadón. Levantándolo, golpeó a los dos soldados tirándolos al arroyo.
El asombrado He intentó gatear por la orilla pero el bote empezó a mecerse y Ruan el Séptimo salió del agua y le agarró la pierna y lo tiró por encima de la borda con una salpicadura.
En un momento, una flotilla de barquitos se juntó por parejas y se dirigió rápidamente sobre los barcos del gobierno con cañas y arbustos apilados ardiendo. Instantáneamente, empezaron a arder las naves del gobierno. Algunos soldados y sus oficiales saltaron buscando la orilla y otros se ahogaron en el agua.
Ruan Segundo llevó a He Tao a la orilla y le señaló enfadado:
–¡Bestia miserable! En principio iba a hacer carne picada contigo, pero ahora quiero que vuelvas y le digas al granuja del prefecto que los tres héroes de Tablilla de Piedra, los hermanos Ruan, y el regidor de la orilla este, Chao Gai, no son poca cosa! Aunque venga el primer ministro Cai, no me importa el pelagatos de prefecto, nos mande hombres, aunque el primer ministro en persona venga, se lo haremos saber con veinte o treinta puñaladas.
Chao Gai y su partida se fueron al pantano de Liangshan, Wang Lun y los otros líderes salieron a recibirlos. Chao Gai dijo:
–Soy un tipo iletrado y simple buscando refugio, esperando ser solamente un simple soldado bajo tu mando. Por favor, no me rechaces.
–No debes hablar así. Por favor, ven a nuestra pequeña fortaleza y hablaremos, –dijo Wang Lun. Enseguida, dieron un banquete para Chao Gai y su partida.
Por la noche, Chao Gai les dijo a Wu Yong y a los demás:
–Hemos cometido delitos capitales. Si no fuera por la amabilidad del jefe Wang Lun estaríamos en un auténtico dilema. Deberíamos estar siempre agradecidos.
–Wang Lun no era una persona capaz de hacer grandes cosas. Si realmente quiere mantenernos, debería habernos asignado ya lugares adecuados en el banquete. Además, Lin Chong no parecía satisfecho cuando vio cómo te respondía Wang Lun. Puede que se vuelvan el uno contra el otro –dijo Wu Yong.
A la mañana siguiente se anunció que el instructor de armas Lin estaba llamando. Wu Yong preguntó con toda la intención:
–Hace algún tiempo oí de un instructor de armas de caballería de la Capital del Este. ¿Quién te introdujo en esta fortaleza de la montaña?
–Encontré refugio aquí por recomendación del señor Chai Jin, –dijo Lin Chong.
–El señor Chai es conocido en toda la región –dijo Wu Yong–. Desde que te recomendó, no exageró lo más mínimo cuando dijo que Wang Lun debería haberte cedido el liderazgo. Es una opinión común.
–Vine a esta montaña por mi propia voluntad –dijo Lin Chong–. Poco sabía yo que era una calle sin salida. No me importa tener un rango más bajo, pero Wang Lun es estrecho de mente y difícil de llevar.
–Si el jefe Wang es totalmente reacio a aceptarnos, nos iremos a otro sitio.
–Por favor, no me malinterpretes pero tenga una idea para el gran proyecto del pantano de Liangshan.
Entonces, Chao Gai y su partida fueron invitados al salón de la Fraternidad de la Justicia donde Wang Lun y otros cuatro jefes los esperaban. Llevando varios lingotes de plata grandes en una bandeja, Wang Lun dijo:
–Nos honra que ustedes héroes, se hayan reunido con nosotros aquí. Desgraciadamente, tenemos poco grano y sitio y nuestra fortaleza solo es un pantano cenagoso, no adecuado para gallardos de tal estatura. Les ofrecemos estos modestos regalos y esperamos que no se rían de ellos. Cuando se hayan establecido en alguna fortaleza grande y adecuada, yo personalmente mandaré hombres para servir bajo su mando.
Lin Chong, con el ceño fuertemente fruncido gritó:
–¡Cuando llegué aquí por primera vez intentaste deshacerte de mí diciendo que estaban escasos de grano y sitio! Ahora le dices al hermano Chao y a su gallarda compañía la misma historia. ¿Cuál es la idea? Wang Lun tiene un cuchillo detrás de la sonrisa. Es un hombre de palabras puras y hechos sucios. No voy a dejar que se salga con la suya.
–¡Animal! –ladró Wang Lun–. No estás borracho. ¿Cómo te atreves a hablarme así? ¿No tienes respeto por tus superiores?
Al ver a Chao Gai y a otras seis personas levantarse como para irse, Lin Chong maldijo a Wang Lun.
–¡Eres un pobre erudito de pueblo! Eres un ladrón celoso de los hombres de talento. ¿De qué vale mantenerte vivo? No tienes ninguna habilidad particular. ¿Quién eres tú para llevar esta fortaleza? –Entonces, lo apuñaló en el corazón. Wang Lun se derrumbó hecho un ovillo.
Lin Chong le cortó la cabeza a Wang Lun y la levantó, gritando:
–¡Si alguno no está de acuerdo, seguirá el camino de Wang Lun!
Song Wan y Du Qian se arrodillaron y dijeron:
–Nos gustaría estar a tus órdenes en el futuro.
Lin Chong llevó a Chao Gai a la silla del jefe, diciéndoles a los otros:
–Yo solo soy un tipo rudo que sabe un poco de armas. No tengo talento ni educación, ni técnica. El hermano Chao es gallardo y caritativo. Es inteligente y valiente. En el espíritu de la caballería, propongo que sea el jefe de esta fortaleza y que el maestro Wu Yong sea nuestro consejero militar a cargo de nuestras fuerzas. ¿Qué dicen?
–Muy adecuado –dijeron los hombres.
A partir de entonces, las posiciones de los héroes fueron fijas en el pantano de Liangshan. Los casi ochocientos hombres que guardaban las montañas por delante y detrás fueron a presentar sus respetos; luego se quedaron en su sitio. Chao Gai se dirigió a ellos:
–Hoy, el instructor de armas Lin me ha hecho jefe de esta fortaleza y al profesor Wu consejero militar, gobernando juntos la fortaleza con otros jefes. En el futuro, guardaremos grano y forraje, haremos armas y entrenaremos soldados y marineros para repeler los ataques de las tropas del gobierno.