Capítulo 4 Yang Zhi vende su espada en la Capital del Este

CAPÍTULO 4

Yang Zhi vende su espada en la Capital del Este

Al ver que Yang Zhi tenía una técnica bonita, Wang Lun quiso aconsejarle que se uniera a ellos para que él y Lin Chong pudieran enfrentarse. Wang Lun le dijo:

–Hermano Yang, sería mejor que te quedases en nuestra pequeña fortaleza. ¿Qué te parece?

–Tengo un pariente en la Capital del Este que está implicado en mi caso y aún no le he dado las gracias por su ayuda. Sigo creyendo que es mejor que me vaya –contestó Yang Zhi y se despidió y partió.

Yang Zhi regresó a la Capital del Este. Mandó a alguien al consejo de Asuntos Militares con dinero y regalos para intentar que el mariscal Gao lo readmitiera como ayudante de palacio. Gao leyó los documentos relativos al caso.

–Diez de ustedes fueron enviados a transportar piedras monstruosas. Nueve entregaron la carga, solo tú, zopenco, perdiste la tuya, –dijo enfadado el mariscal–. Ni siquiera informaste. En su lugar, huiste. Pasamos mucho tiempo sin ponerte las manos encima y ¿ahora quieres un trabajo otra vez? Puedes haber sido perdonado, pero aún tienes antecedentes. No podemos usarte.

Yang Zhi no obtuvo puesto oficial y se quedó sin dinero. Tuvo que vender su espada en la calle. El conocido pendenciero Niu Er quería comprarla. Yang dijo:

–Tres mil cuerdas de efectivo por una preciosa hoja ancestral.

Niu Er quería comprarla pero no tenía dinero. Intentó arrebatársela pero Yang lo echó. Niu Er pateó en el pecho a Yang y este levantó la espada y lo mató.

Yang seguía la ley. Al ver que Niu Er estaba muerto se presentó y se entregó voluntariamente a la oficina de la prefectura de Kaifeng. El fiscal lo consideraba un buen hombre que había quitado un estorbo de las calles de la capital y había confesado por voluntad propia, con lo que los cargos en su contra fueron mucho más suaves. Fue interrogado varias veces y condenado finalmente de homicidio involuntario durante una pelea. El prefecto ordenó que se le dieran veinte azotes y se le hiciera el tatuaje dorado del criminal y se le exiliara a la guarnición de Darning, la Capital del Norte.

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Yang llegó a Darning con dos escoltas. El gobernador de Darning, Liang Zhongshu, consideró a Yang Zhi un buen hombre y lo tomó a su servicio. Liang estaba impresionado con su diligencia. Quiso hacerlo teniente. Esa noche, Liang llamó a Yang para que le ayudara y le dijo:

–Estoy pensando en hacerte teniente con un salario fijo. Se llevará a cabo un torneo militar entre los oficiales y suboficiales en el campo de entrenamiento mañana. Deberías participar.

Yang derrotó al teniente Zhou Jin en el campo de entrenamiento y se batió con Suo Chao, conocido como Vanguardia Urgente. Suo Chao llevaba un hacha de oro en la mano derecha y en la de Yang había una lanza de hierro puro con incrustaciones de acero. Atrás y adelante, de aquí para allá, la batalla se mantuvo más de cincuenta asaltos sin muestras de ganador. Liang miraba sorprendido desde el Balcón de la Luna. Los oficiales y soldados de cada lado no paraban de animar.

Liang Zhongshu estaba preocupado de que uno de ellos resultara herido. Dio órdenes al oficial de que tocara el gong y los separara. Se acercaron al gobernador Liang esperando su orden. Liang dijo:

–Ambos han mostrado su excelente habilidad. Se les regalará a cada uno un lingote de plata y un juego de ropas finas y se les asciende al rango de mayor.–Suo y Yang inclinaron la cabeza y lo agradecieron.

Celebraban una cena familiar en el salón el día del Festival, el quinto día del quinto mes lunar, Liang y su esposa, la Sra. Cai y una hija de Cai Jing. El primer ministro de la Capital del Este le preguntó si había preparado los regalos de cumpleaños para su padre. Liang dijo que ya había comprado los adornos de oro y las piedras preciosas por un coste de cien mil cuerdas de efectivo para regalar. Estaba escogiendo una persona para entregarlos. La Sra. Cai dijo que Yang Zhi era muy notable y por qué no darle la misión.

Llamó a Yang Zhi al salón. Le dijo:

–Si puedes entregar con seguridad los regalos de cumpleaños por mí, te ascenderé.

–¿Cómo se compondrá el convoy y cuándo saldrá? –preguntó Yang.

–Hay diez carros extra grandes. Haré que un soldado robusto siga a cada carro. Te mando al jefe de guardas Xie y a dos capitanes de los guardias.

–No es que no quiera pero realmente no puedo. Hay muchas montañas y bosques y todas infestadas de bandidos. Por favor, dale la misión a alguien valiente y hábil.

–¿Quieres decir que no se pueden entregar los regalos de cumpleaños?

–Si concedes a tu sirviente una petición, llevaré a cabo la misión.

–Como estoy dispuesto a confiártela, ¿por qué no? Di tu deseo.

–Según lo veo, Su Excelencia, no deberíamos usar carros. Empaquete los regalos en contenedores para acarrear, camuflados como mercancías en palos de hombros. Haga que los soldados robustos hagan de porteadores. Solo necesitaré una persona más, también vestida de mercader, que vaya como mi ayudante. El jefe de guardias Xie y dos capitanes de la guardia deberían estar a mi cargo.

–Bien. Daré la orden oficial.

Los dos agentes de caballería del condado de Yuncheng, Zhu Tong y Lei Heng, conocidos como Bella Barba y Tigre Alado conducían sendas patrullas al campo para buscar bandidos. Cuando Lei Heng entró en el templo de Lingguan en el Pueblo de la Orilla Este, vio a un tipo grande completamente desnudo durmiendo sobre el altar. Ordenó a los soldados que lo ataran y se lo llevaran a la mansión de Chao Gai, jefe de guardias del Pueblo de la Orilla Este, que era conocido como Torre que Cambia al Rey Celestial. Lei Heng le dijo a Chao:

–Atamos a un borracho y lo íbamos a llevar al magistrado del condado ahora mismo.

Chao Gai estaba desconcertado. Con el pretexto de salir a aliviarse fue a la puerta de la casa para ver al hombre atado.

–¿De dónde eres, joven? –le preguntó Chao Gai–. ¿A quién querías unirte en este pueblo?

–He venido a unirme a un gallardo llamado jefe de guardias Chao.

–No busques más. Yo soy el jefe de guardias Chao. Si quieres que te salve, finge reconocerme como tío materno.

Chao Gai y Lei Heng salieron del edificio. Los soldados bajaron al joven desde la casa de la puerta. Al ver a Chao Gai, el joven gritó:

–¡Tío, sálvame!

Chao Gai fingió mirarlo con detenimiento. Luego dijo:

–¿Cómo? ¿No es ese granuja Wang el Tercero?

–Sí, tío, soy yo. Sálvame.

–Es el hijo de mi hermana, Wang el Tercero.

Lei Heng ordenó a sus soldados que lo desataran y se lo entregaran al jefe de guardias.

Chao Gai llevó al joven al edificio trasero y le dio un sombrero y ropa. Le preguntó:

–¿Cómo te llamas? ¿A qué has venido?

–El apellido de tu sirviente es Liu, mi nombre es Tang. Por culpa de esta mancha escarlata en la sien, desde pequeño se me conoce como Demonio Pelirrojo. He hecho este viaje para informarte especialmente de una rara oportunidad para ser ricos, hermano jefe de guardias.

Chao Gai le preguntó por la rara oportunidad de ser ricos. Liu Tang le contestó:

–Se dice que el gobernador Liang de Darning, la Capital del Norte, ha comprado joyas y objetos de arte por valor de cien mil cuerdas de efectivo para enviar de regalo a su suegro Cai, el primer ministro de la Capital del Este. En mi humilde opinión, han sido compradas con dinero sucio. No habrá nada malo en quitarlas.

–Excelente. Debemos planearlo cuidadosamente –dijo Chao Gai con gran júbilo.

Liu Tang albergaba resentimiento contra Lei Heng por ser aprehendido como ladrón. Así que salió de la casa, tomó por la fuerza una alabarda del armero y salió de la mansión. Alcanzó a Lei Heng. Lucharon en medio del camino durante más de cincuenta asaltos sin que ninguno venciera.

Salió un hombre con una cadena en la mano y aspecto de erudito y la blandió entre los contendientes. Los dos bajaron las alabardas y salieron del círculo de combate. El hombre dijo:

–Soy Wu Yong, también llamado Pedante. ¿Por qué pelean?

Liu Tang lo miró con rabia.

–¡No te importa, erudito!

Y el jefe de guardias que estaba presente le gritó:

–¡Compórtate, chavalín!

Chao Gai y Wu Yong eran viejos conocidos y amigos. Tras despedir a Lei Heng, Chao invitó a Wu Yong y a Liu Tang a su casa. Le contó a Wu lo del plan para llevarse los regalos de cumpleaños por valor de cien mil cuerdas de efectivo. Wu Yong pensaba que la propuesta era excelente, pero solo había una cosa: con demasiada gente involucrada, podrían triunfar, con muy pocos estaban destinados a fracasar. Propuso invitar a los hermanos Ruan, que eran pescadores, a unirse a ellos.

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Wu Yong fue al pueblo de la Tablilla de Piedra y juntó a Segundo Hermano, conocido como Gigante Feroz, Quinto Hermano como Arrebato Alocado y Séptimo Hermano como Demonio Encarnado. Les contó el plan de Chao Gai para llevarse los regalos de cumpleaños de cien mil cuerdas de efectivo. Los tres hermanos estaban encantados. Séptimo se tiró a sus pies:

–¡Lo que he estado esperando toda mi vida! ¡Justo donde me pica!

Los tres hermanos dijeron que estaban dispuestos a unírseles.

Al amanecer del día siguiente, había alineados en el salón trasero de la mansión de Chao Gai monedas de papel de oro y caballos de papel, incienso y velas, el cerdo y las ovejas que se habían cocinado la noche anterior y réplicas de papel de lingotes de oro. Juntos, Chao Gai, Wu Yong, Liu Tang y los tres hermanos Ruan hicieron un juramento solemne.

–El gobernador Liang de la Capital del Norte hace daño al pueblo. Con el dinero que les ha sacado ha comprado regalos para mandar a Cai, el primer ministro de la Capital del Este por su cumpleaños. Esta riqueza fue obtenida con el mal. Si alguno de nosotros seis tiene una intención egoísta, que el cielo y la tierra lo fulmine. ¡Que los dioses sean nuestros testigos!

Acabaron la ceremonia y bebieron en el salón trasero. Entró un siervo.

–Hay en la puerta un sacerdote taoísta que quiere ver al jefe de guardias en relación a una gran contribución. Ya le ofrecí arroz, pero no lo quiso. Quiere verle. Le dije que el jefe de guardias está bebiendo con unos invitados y no tiene tiempo. Está enfadado. ¡Ha noqueado a diez de los nuestros!

Sorprendido, Chao Gai se puso rápidamente en pie, salió de la sala y se dirigió a la puerta.

–Tranquilícese, señor cura –dijo Chao–. Ha venido a preguntar por el jefe de guardias Chao, aparentemente pidiendo una limosna. Le han dado arroz. ¿Por qué enfadarse así?

El sacerdote se rio.

–No me interesa el grano ni el dinero. Cien mil cuerdas de efectivo no significan nada para mí. Busco al jefe de guardias porque tengo algo que decirle.

–Esa humilde persona soy yo. ¿No quiere entrar en la casa?

Chao Gai llevó al sacerdote a una habitación pequeña.

–¿Podría decirme su nombre, señor, y de dónde es? –preguntó Chao.

–Mi apellido es Gongsun, de nombre Sheng. Mi apodo es Dragón en las Nubes. Me gustaría obsequiarle con cien mil cuerdas de efectivo en oro y joyas.

–¿Se refiere al envío de regalos de la Capital del Norte? –se rio Chao.

Wu Yong se precipitó en la habitación:

–Tenemos otro socio.

Chao Gai pidió a los otros que se sentaran.

–Podemos tomar fácilmente el convoy. Sugiero que el hermano Liu Tang averigüe qué ruta seguirá –dijo Wu Yong.

–No hace falta –dijo Gongsun–. Ya lo sé. Viene por la carretera principal sobre el puerto de la Tierra Amarilla. Bai Sheng, más conocido como la Rata Diurna que vive en Anlo, es amigo mío. Podemos pedirle ayuda.

Wu Yong se rio.

–Tengo un plan, pero no sé si lo aprobarán. –Resumió su propuesta.

Todos lo aprobaron. Chao Gai pataleó encantado:

–Maravilloso. No me sorprende que te llamen el Mago.

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