CAPÍTULO 2
Lu Zhishen confunde a la aldea del Melocotonero Floreciente
Shi Jin llegó a Weizhou. Al enterarse de que también era guarnición de frontera entró en un pequeño salón de té y le preguntó al camarero:
–¿Sabe si tienen un instructor de armas de la Capital del Este, un hombre llamado Wang Jin?
Mientras hablaba el camarero, un tipo grande que parecía un oficial del ejército entró a grandes zancadas. Tenía la cara redonda enmarcada en una barba completa. El camarero le dijo a Shi Jin:
–Ese es el mayor. Puede preguntarle sobre Wang Jin, él conoce a todos los instructores de armas.
–El instructor de armas Wang Jin que dices –dijo el tipo grande– está con el viejo general Zhong en la guarnición de Yanan. ¿Y quién eres tú, hermano?
–Mi nombre es Shi Jin, el que llaman Nueve Dragones. ¿Podría atreverme a preguntarle su nombre, señor? –preguntó Shi Jin.
–Soy Lu Da, mayor de esta guarnición. –Cogió a Shi Jin de la mano y le dijo:– sal a tomar unas copas conmigo.
Ambos se encontraron con Li Zhong, apodado general que Lucha Tigres. Los tres fueron a una taberna famosa. Cuando su conversación estaba de lo más animada, oyeron un sonido de lloriqueos en la habitación de al lado. Lu Da inmediatamente se enfadó, gritando:
–¿Quién llora en la habitación de al lado mientras cenamos?
–Las personas que lloran son un hombre y su hija que canta en las tabernas–contestó el camarero.
–Tráemelos –dijo Lu Da.
El camarero regresó con una chica de unos dieciocho, seguida de un hombre cercano a los sesenta. Lu Da les preguntó por qué lloraban. La chica le contestó:
–Mi nombre es Jin Culian. El amo Zheng, al que llaman Señor del Oeste, me vio y me quería de concubina. Mandó gente a engatusarme y a amenazarme y finalmente firmó un contrato prometiéndole a mi padre tres mil cuerdas de efectivo para mí. En menos de tres meses su esposa, una mujer dura, me sacó de la casa. Además, el amo Zheng ordenó al posadero que exigiera que devolviera sus tres mil cuerdas de efectivo. No sabíamos qué hacer. Ganamos dinero cantando por las tabernas para devolvérselo.
–Bah –dijo Lu Da desdeñoso–. El amo Zheng no es más que Zheng el porquerizo, el sucio granuja que regenta una carnicería. –Lu Da sacó algo de dinero y se lo dio al padre y a la hija, diciendo:– Mañana pueden salir de aquí. Yo le devolveré en persona el dinero al carnicero.
El viejo Jin y su hija se lo agradecieron y se fueron.
La mañana del día siguiente, Lu Da fue a la puerta de la carnicería de Zheng. Mirándolo, gritó:
–Carnicero Zheng, el comandante de la guarnición me ha ordenado comprar seis kilos de carne magra, cortada fina para utilizar como relleno. Y no debe tener ni una pizca de grasa. Hágalo usted mismo.
Después de que Zheng hubiera terminado de cortar la carne magra, Lu Da le pidió que cortara seis kilos de carne grasienta.
Zheng envolvió la carne picada en una hoja de loto y la puso enfrente de Lu Da, que le dijo:
–Ahora quiero seis kilos de ternilla, cortada fina, también para utilizar como relleno y no quiero ver nada de carne en ella.
Zheng se rio torpemente.
–¿Se está usted riendo de mí?
Lu Da le arrojó los paquetes de carne a la cara. La lluvia de carne enfadó al carnicero. Cogió un cuchillo de la tabla y bajó los escalones de la tienda.
Lu Da dejó al carnicero despatarrado de una rápida patada en la entrepierna, otro paso al frente y colocó un pie sobre el pecho de Zheng. Le lanzó tres puñetazos en la cabeza que le hicieron brotar sangre. El carnicero yacía estirado en el suelo muriéndose. Lu Da pensó: "Matarlo me llevaría a juicio. Será mejor que salga". Se levantó y salió corriendo, gritando:
–Sigue haciéndote el muerto. Luego ajustaré cuentas contigo.
Se colocó en todas partes un aviso urgente ofreciendo mil cuerdas de efectivo por la captura de Lu Da informando de su edad, lugar de nacimiento y descripción. Después de muchos días de ir de aquí para allá, llegó a Yanmen, donde se encontró con el viejo Jin de la caverna de Weizhou, el hombre al que había rescatado. Ahora, su hija era la esposa de un hombre rico, el Escudero Zhao. Al oír la narración de Lu Da, el viejo Jin suplicó al Escudero Zhao, su yerno, que patrocinara a Lu Da para entrar en el monasterio Wenshu de la montaña Wutai y convertirse en monje para evadir la captura de los oficiales feudales.
Con el pelo afeitado, Lu Da se hizo monje y recibió el nombre de Sagaz (Zhishen) en el budismo. Aunque fue iniciado en la vida monástica, para él era difícil cambiar sus antiguas costumbres. Un día despejado, salió a pasear fuera del monasterio y a mitad de camino bajando la montaña hizo una parada para descansar en un pabellón. Temiendo desobedecer las reglas del monasterio, el vinatero se negó a venderle vino al monje. Lu salió corriendo detrás de él, agarró el palo con las dos manos y le pegó al tipo una patada en la entrepierna. Zhishen comenzó a beber. No tardo mucho, cuando uno de los cubos estaba vacío. El vino le hacía cada vez más efecto. Volvió a subir la montaña balanceando los brazos.
Como Zhishen había violado las reglas en contra de la bebida y había transgredido la forma de vida pura, los monjes, armados con bastones fueron a buscarlo. El antiguo mayor caminó hacia ellos con un gran rugido. Saltó hacia ellos de forma tan feroz que salieron corriendo confundidos hacia el salón del Sutra y cerraron la puerta enrejada.
Zhishen fue reprendido. Durante tres o cuatro meses después de su episodio etílico Lu no se atrevía a salir del monasterio. Entonces, un día el tiempo se volvió más cálido. Lu salió de su cuarto, atravesó andando la puerta del monasterio y fue al mercado de la ciudad a los pies de la montaña. Encontró una herrería. Hizo que le hicieran un báculo budista de unos treinta y siete kilos y un cuchillo de monje.
Lu se emborrachó en la ciudad. Era demasiado tarde cuando regresó. Golpeó un rato la puerta, en vano. De repente se dio cuenta de que había un ídolo guardián budista a la izquierda y a la derecha de la puerta.
–Eh, tú, grandullón inútil, –gritó–. En lugar de ayudarme a llamar a la puerta, levanta el puño y trata de asustarme.
Cogiendo un poste roto, cargó contra la pata del ídolo sacando una lluvia de emplasto y pan de oro.
Sin recursos, el abad tuvo que meterlo en el gran monasterio Xiangguo de la Capital del Este. Antes de su partida, el abad le dijo arrodillándose ante él:
–Te doy un verso profético de cuatro líneas para guiar tu destino: lleva a cabo las acciones en el bosque, prospera en las montañas, florece entre las aguas pero párate en el río.
Lu se despidió del abad, cogió su espada y su báculo y salió en dirección a la Capital del Este.
Llegó a la villa del Melocotonero Floreciente. Se dio cuenta de que no llegaría a la siguiente posada antes del anochecer y fue a pasar la noche en una residencia. El campesino no estaba de acuerdo así que estaban discutiendo cuando salió de dentro de la mansión un anciano. Al saber sus intenciones, el anciano le pidió a Lu que entrará con él en el edificio principal.
Lu preguntó el motivo por el que no podía pasar la noche. El anciano le dijo:
–Nuestra familia se apellida Liu. Como el sitio se llama villa del Melocotonero Floreciente, los campesinos se refieren a mí como abuelo Liu de la villa del Melocotonero Floreciente. No tengo más hijos y mi única hija solo tiene diecinueve. Uno de los jefes vio a mi hija. Me dio veinte onzas de oro y una pieza de satén rojo como prueba de compromiso y escogió esta noche para la boda. Es un chulo que mata sin pestañear. Por eso estoy disgustado. No es que no le dé la bienvenida, reverendo.
Lu le pidió al abuelo Liu que escondiera a su hija en otro sitio y dijo que podría derrotar al jefe utilizando las leyes de la lógica budista. El abuelo Liu hizo lo que Lu le dijo. El jefe entró en la cámara nupcial. Dentro estaba completamente a oscuras. Hablando borracho, se tambaleó hacia delante hasta que tocó las cortinas de lentejuelas doradas de la cama.
Lu Zhishen, escondiéndose detrás de la cortina de la cama, rápidamente agarró al jefe por la cabeza y lo tumbó sobre la cama.
–¡Ladrón violador de madres! –gritó el monje, y le dio un golpe en el cuello.
–¿Cómo puedes golpear a tu amo? –gritó el segundo jefe bandido.
–Te estoy enseñando a reconocer a tu señora –respondió Zhishen. Lo arrastró fuera de la cama y lo aporreó y pateó hasta que el bandido gritó.
–¡Ayuda!
Una grupo de bandidos entró corriendo a la habitación, con lanzas y garrotes en ristre. El segundo jefe bandido aprovechó para huir a la montaña. Al ver que el jefe número dos había sido golpeado, el bandido jefe bajó a la villa del Melocotonero Floreciente y gritó:
–¡Asno costroso, sal a ajustar cuentas de una vez por todas!
–¡Sucio sinvergüenza sin apalizar, –maldijo Lu– te voy a enseñar para que sepas quién soy! Soy Lu Da, ahora soy monje, y me llamo el Sagaz Lu.
El bandido se bajó del caballo, juntó las manos y lo saludó diciendo:
–El General que Lucha con Tigres Li Zhong te presenta sus respetos, hermano.
–¿Qué haces aquí? –dijo Lu Da.
–Después de separarme de Shi Jin, pasaba por el pie de esta montaña cuando ese tipo al que azotaste bajó con una banda y me atacó. Se llama Zhou Tong, el reyecito, y tiene un fuerte en la montaña del Melocotonero Floreciente. Lo derroté y me pidió que me quedara como señor de la fortaleza, y me dio el primer trono.
Lu Zhishen, siguiendo a Li Zhong, subió a la fortaleza en la montaña del Melocotonero Floreciente y convenció a Zhou Tong de que deshiciera el matrimonio de la hija del abuelo Liu. Después de quedarse unos días, se marchó de la montaña del Melocotonero Floreciente y partió hacia la Capital del Este. Lu Zhishen entró en el monasterio de Waguan para buscar algo de comida. No había nadie en el monasterio. De repente, vio a un sacerdote taoísta cantando y andando. Llevaba una barra en los hombros de la cual pendía en un extremo una cesta de bambú que contenía unos cuantos pescados y algo de carne envuelta en una hoja de loto. Una jarra de vino colgaba del otro extremo. El sacerdote gritaba esta canción: "Tú estás en el este, yo estoy en el oeste, sin esposo para ti ni esposa para mí. Sin esposa, todavía puedo seguir, sin un hombre, qué solitaria tienes que estar". Zhishen agarró su cayado y lo siguió a la parte trasera de la abadía.
Vio al taoísta, al monje y a una mujer joven que bebían en una mesa bajo un árbol. Con un rugido, Lu se metió en la refriega, blandiendo su cayado. El taoísta y el monje, alabarda en ristre, salieron corriendo hacia él para atacarlo debajo del roble. Pero tenía hambre y estaba cansado de viajar y no podía con las fuerzas combinadas de los otros. Hizo una finta y corrió arrastrando su cayado. Se entretuvo durante unos cuantos lis hasta que llegó a un gran bosque. De repente, vio a un hombre sacar la cabeza entre las sombras. Cayado en mano, se apresuró hacia el bosque gritando:
–¡Bandido del bosque, sal, rápido!
El hombre se rio y dijo:
–Estoy aquí a mi suerte y sin dinero y vienes a buscar pelea. ¡Asno costroso, eres tú el que has venido buscando la muerte! No he sido yo el que te buscó.
Al oír la voz, Lu preguntó rápidamente:
–¿Eres el joven amo Shi? –Era Shi Jin.
Se contaron sus historias después de separarse. Regresaron al monasterio de Waguan. Cuando se acercaban a la entrada, vieron a Cómplice Cui y Segundo Hijo Qiu sentados en el puente. Lu gritó y corrió hacia el puente, girando su cayado. El monje gordo se rio.
–Ya te puse en fuga una vez. ¿No te cansas?
Cargó puente abajo con su alabarda. Qiu, el monje taoísta se adelantó corriendo con su alabarda para ayudar. Resultó muerto por Shi Jin. Lu Zhishen también mató a su monje.
Shi Jin regresó al monte Shaohua y se unió a Zhu Wu y a los otros dos líderes. Lu Zhishen fue al gran monasterio Xiangguo. El Maestro Lúcido se había enterado de que Lu no seguía los tabús ni las reglas.
–Mi hermano ha recomendando que te unas a nosotros, –dijo el Maestro Lúcido–. Nuestro monasterio tiene un gran huerto saliendo por la puerta de la flecha amarga, junto al templo de la montaña sagrada; te pondré a su cargo. Todos los días los hombres que atienden el huerto deben entregarnos diez cargas de verduras. El resto será para ti.
Entonces Zhishen hizo un recorrido por los campos de verduras. Vio acercársele a veinte o treinta pícaros portando una bandeja de pastas y vino ceremonial.
–Nosotros, los vecinos, nos hemos enterado de que se te ha puesto al cargo, maestro monje, –dijeron, sonriendo ampliamente– y hemos venido a felicitarte.
Lu los invitó al huerto. Se hincaron de rodillas respetuosamente diciendo que los dos hermanos menores habían venido especialmente a presentar sus respetos. Ambos se estiraron para agarrar una de las piernas del monje.
Pero antes incluso de que pudieran ponerle un dedo encima, Zhishen, en una rápida patada con el pie derecho, echó uno al pozo del estiércol. El otro se levantó para salir corriendo pero un lanzamiento rápido de la pierna izquierda del monje y los dos bribones se estaban revolviendo juntos entre la mierda. Sorprendidos, el resto de la banda se quedó boquiabierta y luego se dieron la vuelta para correr. Los otros, de pie sobre el estiércol, lloraban:
–Reverendo, perdónenos.
Dijeron que estarían encantados de servirlo. Zhishen los dejó marchar. Al día siguiente, los pícaros invitaron a Zhishen a unírseles en una fiesta. Justo cuando la alegría estaba en lo más alto, se oyeron cuervos graznando en el exterior. Los hermanos jóvenes se rieron y dijeron:
–En el sauce que hay al lado del muro hay un nido nuevo de cuervos. Los pájaros graznan desde el amanecer hasta el anochecer.
Zhishen se subió al árbol y se quitó la sotana. Se inclinó y cogió la parte inferior del tronco con la mano derecha mientras con la mano izquierda lo cogía de más arriba, entonces dio un tremendo tirón y arrancó el árbol del suelo, con raíces y todo. Los villanos cayeron de rodillas.