PREFACIO

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La publicación de la Biblioteca de Clásicos Chinos es para nosotros motivo de enorme satisfacción y estímulo. Pero también somos conscientes de que asumimos una gran responsabilidad.

Al mismo tiempo, queremos aprovechar esta oportunidad para expresar a nuestros lectores el sentimiento que brota de lo más hondo de nuestros corazones.

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La nación china tiene una historia milenaria y una cultura esplendorosa. Ha sido una aspiración de varias generaciones de chinos traducir, editar y publicar en forma sistemática y precisa las obras clásicas de la literatura china para divulgar entre todos los pueblos del mundo las sublimes creaciones culturales de nuestra civilización. Hace algunos decenios, un estudioso occidental, al traducir la obra clásica china Sueño de las Mansiones Rojas, tituló la novela como Sueño de las Recámaras Rojas, mientras que a Lin Daiyu, protagonista de la historia, la llamó "Jade Negro". Al referirnos a temas de esta índole, quisiéramos dejar constancia de que, por un lado, estamos sinceramente agradecidos por la traducción de trascendentales obras chinas por estudiosos extranjeros. Pero, pese a sus loables esfuerzos, también sufrimos el insuficiente conocimiento de las obras clásicas chinas e incluso la distorsión del contenido de las obras que se aprecian en muchos casos. Al respecto cabría señalar a un estudioso occidental que al traducir la obra Jin Ping Mei (La Ciruela del Jarrón Dorado), una novela antigua china, puso énfasis en los párrafos de la descripción naturalista, creyendo que ahí había descubierto una especie de milagro, e inclusive pregonó en la prensa que China había sido la "fuente del erotismo" y que "China debiera seguir la tradición de permisividad".

En cuanto a la traducción de las obras antiguas, muchos sinólogos, distinguidos y bien intencionados, han traducido obras de la antigua filosofía china y han hecho importantes contribuciones a la difusión mundial de la cultura nacional china. No obstante, debido a la comprensión no exacta o el inadecuado entendimiento de la escritura china suele suceder que la traducción no concuerda totalmente con el original, por lo que resulta como "rascarse una picazón por encima de la bota". Valdría entonces hasta emplear el proverbio latino que reza: "Gato con guantes no caza ratones".

El gran filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel dijo que China contó con la más completa historia nacional, pero carecía de filosofía en sentido auténtico y se encontraba en un estado de prehistoria filosófica. Es muy lamentable que un filósofo tan célebre universalmente haya llegado a una conclusión tan colosalmente errónea. Sin embargo, no es sorprendente que el eminente maestro haya incurrido en tal falla, pues igual que otros filósofos, Hegel no pudo eludir las limitaciones de tiempo y lugar ni responder a las condiciones objetivas de su época, ya que no podía sino entender y analizar a la China antigua a través de las lamentables traducciones realizadas por los sinólogos de entonces. De ahí que no sea difícil imaginar el escaso nivel de conocimiento de Hegel respecto a la sociedad de la antigua China.

China no puede marginarse del resto del mundo, mientras que el resto del mundo tampoco puede ignorar su existencia. La civilización china ha absorbido elementos nuevos del mundo exterior, enriqueciéndose a sí misma, a la vez que ha realizado destacados aportes al progreso de la civilización mundial. En un periodo de más de mil años, entre los siglos V y XV, China lideró el avance de la civilización mundial e irradió sabiduría a diversos países del planeta. La humanidad prosigue su avance, pero ¿puede acaso ignorar a China? ¿Cómo podría dejar de estudiar meticulosamente su historia?

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La nación china es excelsa. Históricamente, el país ha resplandecido por su magnífica cultura, orgullosa sabiduría y desarrollo pacífico y próspero, aunque también ha vivido tiempos sombríos y vicisitudes. Sin embargo, no por eso dejó de avanzar en aras de sus ideales y de nuevos conocimientos, a la vez que procura la paz y la amistad con todos los pueblos.

Confucio, gran pensador antiguo chino, aseveró: "Cuando vamos los tres juntos, seguro que hay alguien que puede enseñarme. Aprenderé sus buenas cualidades y desecharé las defectuosas". Las palabras de Confucio instruyen a la gente a aprender de los demás y resumen el principio que el pueblo chino siempre ha mantenido en sus relaciones con el resto del mundo, no solamente en el aspecto individual, sino también en las relaciones entre los Estados.

Después de los conflictos internos durante generaciones, China fue unificada por primera vez por el emperador Qin Shi Huang en el año 221 a.n.e. Pero la dinastía Qin fue efímera y no tuvo tiempo para establecer vínculos con el exterior, lo cual sí desarrolló la posterior dinastía Han, de mayor poderío, para conocer sus entornos. En el año 138 a.n.e., el emperador Han Wu Di envió a Zhang Qian a la región occidental, actual Asia Central. En su segundo viaje llevó como obsequios diez mil cabezas entre ovejas y reses y una fabulosa cantidad de oro y seda. El contingente llegó incluso más allá de Persia, actual Irán. En el año 73 n.e., Ban Chao fue enviado también a la región occidental, con 36 subalternos, para entablar amistad con vecinos desconocidos. Una vez en tierras lejanas, Ban Chao mandó a un servidor llamado Gan Ying para continuar el viaje con rumbo al Imperio Romano. De acuerdo con la crónica de la sección Regiones Occidentales del Libro de Han Posterior, Gan Ying y compañía atravesaron territorios que actualmente pertenecen a Irán, Iraq y Siria, llegando a las costas del Mar Mediterráneo, desde donde pudieron contemplar al otro lado el Gran Imperio Romano. Fue una verdadera lástima en la historia que Gan Ying detuviese su avance ante la travesía marítima como le aconsejaron otros. Sin embargo, de todo ello se desprenden la inigualable valentía y el vehemente deseo de Zhang Qian, Ban Chao y Gan Ying de entablar vínculos amistosos con otros pueblos. Más tarde, en la dinastía Tang (618-907), el monje Xuan Zang realizó la peregrinación al "Cielo Oeste", la India, en busca de las sagradas Escrituras Búdicas. Fue una expedición repleta de contratiempos y peligros, pero también fructífera, pues del sur de Asia trajo a la antigua China muchos elementos culturales de esa región. Después de muchos años en la India, Xuan Zang, cargado de sutras budistas, retornó al país y organizó a los entendidos en la materia para traducirlas. Años más tarde, cuando se perdieron muchas obras budistas en la India, China aún las tenía muy bien conservadas. De no haber sido por la obra de Xuan Zang Recuerdos del Viaje al Oeste en Tiempos de la Gran Dinastía Tang, resultaría difícil hoy para el pueblo indio reconstruir su propia historia de esa época. Posteriormente en la dinastía Ming (1368-1644), Zheng He comandó siete grandes travesías marítimas por Asia Sudoriental y divulgó en países de esa región la cultura china. Tras la Guerra del Opio a mediados del siglo XIX, los progresistas chinos, con un fuerte deseo de revitalizar el país y con el firme espíritu de progresar constantemente, viajaron a Occidente a estudiar los pensamientos científicos avanzados y logros culturales. En ese grupo se cuentan Zhu De, Zhou Enlai y Deng Xiaoping, quienes posteriormente llegaron a ser líderes de la nueva China. También lo hicieron numerosos y destacados científicos, literatos y artistas como Guo Moruo, Li Siguang, Qian Xuesen, Xian Xinghai y Xu Beihong, entre otros. Sus nobles aspiraciones, sus esfuerzos tenaces, su amplia visión y su avidez de aprendizaje y asimilación de cosas de diferente naturaleza añadieron brillantes páginas en los anales del progreso de la sociedad humana.

La formación y el desarrollo de la cultura china suponen el proceso de tomar a los demás pueblos y países como ejemplo y avanzar incesantemente en el aprendizaje y el cultivo del espíritu creativo. Sin estos aprendizajes, la nación china no habría podido crear su esplendoroso pasado. Al realizar una mirada retrospectiva a la historia, ¿cómo podríamos no sentir profunda gratitud por los legados de las antiguas y grandiosas civilizaciones de Egipto, Grecia y la India? ¿Cómo podríamos no guardar afecto y admiración por las grandiosas civilizaciones de Europa, África, América y Oceanía, así como también por las civilizaciones asiáticas en los alrededores de China?

Históricamente, la nación china realizó contribuciones peculiares a la humanidad. Antes del siglo XV, China llevaba la delantera mundial en ciencia y tecnología. El científico británico Joseph Needham dijo en una ocasión: "Entre los siglos III y XIII China mantuvo un nivel tan avanzado en ciencia y tecnología que Occidente ni siquiera le llegaba a los tobillos". Paul Kennedy, catedrático de la Universidad de Yale en EE.UU. y autor de El Surgimiento y la Caída de las Grandes Potencias, manifestó: "De todas las civilizaciones del periodo premoderno no hubo ninguna más desarrollada o más progresiva que la de China".

Las personas perspicaces de los diversos países del mundo venían a China, tras recorrer miles de kilómetros, para hacer visitas y estudiar. Durante el periodo en que la cultura china alcanzó su pleno florecimiento, Chang´an en la dinastía Tang se convirtió en una metrópoli internacional, a donde acudían decenas de miles de extranjeros, entre ellos dignatarios, estudiantes, diplomáticos, comerciantes, artesanos y artistas, procedentes incluso de Persia y del Imperio Bizantino (Roma Oriental), para no hablar ya de los países cercanos de Asia como Corea, etc. Vale destacar de manera especial el envío de contingentes de emisarios de Japón a la Corte Tang. En ese grupo destaca el estudioso japonés Abeno Nakamaro, quien vivió más de 50 años en China, donde estudió, se perfeccionó y logró sellar una profunda amistad con muchos intelectuales chinos. Cuando Abeno murió supuestamente en un naufragio durante el regreso a su país, el ilustre poeta chino Li Bai compuso con profundo dolor un poema para honrar su memoria. Este hecho dejó clara constancia de la estrecha amistad entre los estudiosos chinos y extranjeros durante el periodo de los intercambios culturales y académicos en la ciudad de Chang´an.

En los tiempos posteriores siguieron llegando más extranjeros a China para captar curiosidades y explorar los secretos y misterios de esta longeva civilización. Muchos quedaron muy asombrados por lo que veían y escuchaban. El geógrafo griego Pausanias en su obra Crónicas de Grecia narró lo que veían los griegos en China en el siglo II: "Los chinos crían con mijo y carrizo verde unos insectos parecidos a las arañas. Al quinto año aparece una rajadura en el vientre del insecto, de la cual se extraían hilos de seda". En este párrafo que describe la cría de gusanos de seda en la antigua China, se puede notar la distancia entre los europeos de aquel entonces con los chinos. A mediados del siglo IX, los árabes empezaron a llegar a China. Un escritor árabe relató en su obra Anécdotas de China y la India las impresiones de los comerciantes árabes que entonces residían en China:

- Cierto día un comerciante árabe fue a una cita con un funcionario de la Guarnición en Guangzhou. Durante la entrevista, el visitante clavó la mirada en el pecho del funcionario. Este, extrañado, preguntó a aquél: "¿Qué le sucede? ¿Por qué se fija tanto en mi pecho?" El comerciante respondió: "Yo veo un lunar negro en su pecho a través de su ropa de seda. Y ¿cómo es posible eso? No puedo siquiera imaginarlo". Al oírlo el funcionario echó a reír a carcajadas y dijo: "Haga el favor de contar las prendas de ropa que llevo". El árabe se puso a contar y descubrió que en total eran cinco prendas y el lunar negro precisamente se traslucía a través de esas cinco prendas de seda. El comerciante árabe se quedó boquiabierto. Sin embargo, su sorpresa fue mayor cuando el funcionario le dijo que su ropa no estaba hecha con la más fina seda. Porque la seda de la mejor calidad estaba reservada para confeccionar las prendas del gobernador provincial.

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