Capítulo II

Capítulo II

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Para los de fuera, Du Liniang era una joven talentosa, hermosa e inteligente de una familia respetable. Al igual que todos, esta persona aparentemente feliz tenía su propio cúmulo de problemas. Su padre era de una familia aristocrática chapada a la antigua con alto prestigio en la localidad. Una familia como la suya definitivamente no era liberal. Le pedían a la joven que no saliera sola de casa y que no mostrara sus dientes cuando sonriera. A medida que creció, se volvió más bonita que una flor. Sin embargo, el padre oprimió con fuerza en su mano el botón antes de que brotara la delicada y encantadora flor. Con semejante educación y sometida a un rígido control doméstico, mucho del instinto natural de la señorita Du había sido inhibido. Se volvió cada vez más digna y modesta, mostrando el comportamiento de una familia de abolengo a medida que maduraba. En general, la atmósfera aburrida y tediosa de la gran mansión la hizo sentir infeliz.

Después de leer el versículo Las águilas pescadoras están cantando en busca de amor en el banco de arena, y las damas esbeltas y hermosas son buenas compañías para los caballeros, en el Libro de los Cantares, se tornó etérea y su corazón se inquietó. A menudo se distraía y se sentía incómoda cuando leía durante la clase. Dejaba a un lado el libro y continuaba suspirando.

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Un día, cuando la doncella notó lo infeliz que parecía su joven ama, la animó a ir a jugar al jardín.

La joven ama ciertamente deseaba ir, pero tenía miedo de las reprimendas y los regaños de sus padres.

–El amo ha ido a inspeccionar los cultivos en el campo y no volverá hasta dentro de varios días ¿De qué tiene miedo?

La joven ama dudó brevemente e, incapaz de resistir la tentación, se armó de valor y se encaminó con ella a explorar el jardín.

Más allá de la puerta había un hermoso paisaje de primavera. Los brotes verdes creciendo. Las flores rojas, blancas, amarillas y rosadas eran tan esplendorosas que Liniang suspiró. El jardín la hizo feliz. Al salir del saloncito inanimado y rodearse de hermosas flores, de repente se sintió aliviada.

Todo lo que estaba delante de sus ojos era tan agradable a la vista Se preguntó por qué su padre nunca la había llevado al jardín, ni siquiera mencionó la existencia de todo aquello.

Juntas, las jóvenes vagaron por el jardín, rodearon la rocalla, atravesaron la pérgola de glicinas, se detuvieron junto a la verja de peonías para observar las mariposas volando sobre las flores y escuchar el canto de la curruca amarilla en el Pabellón de las Peonías. La belleza y la vitalidad del jardín la embriagaron por completo.

Al ver que un paisaje tan vibrante y hermoso se encerraba detrás del muro pared y caía en desuso, dada la circunstancia en que ella se encontraba, excitaron los sentimientos de la joven dama. Ella se sintió como las flores en el jardín, hermosas pero desconocidas, encerradas detrás de las murallas de la mansión. La bella peonía se marchita y cae después de la temporada primaveral y, finalmente, solo quedan las ramitas muertas y las hojas secas. La joven dama pensó para sí misma que podría compartir el mismo destino con esas peonías caídas. Angustiada por la idea, suspiró y rápidamente perdió la pasión y todo interés por el hermoso paisaje ante sus ojos.

–Chunxiang, estoy cansada. Vámonos de aquí.

Cuando Liniang regresó a su habitación se tiró en la cama. Se sentía cansada por el paseo en el jardín y se quedó dormida.

Soñó que un joven erudito, con una ramita de sauce en la mano, entraba en su habitación.

–Joven ama, te he estado buscando y aquí te encuentro –le habló en voz baja.

Liniang se incorporó de súbito, perpleja y sorprendida. Nunca antes había hablado con hombre joven alguno y, por tanto, no pudo pensar en qué decir. Sin palabras, ella le lanzó una rápida mirada, girando su cabeza.

–Arranqué una rama de sauce cuando pasé por el jardín, –dijo el joven–. Eres una joven tan talentosa. ¿Podrías componer un poema alabando al sauce?

Aunque ella no lo conocía, él le dio la impresión de ser una persona refinada y erudita. Y era guapo. Sin embargo, ella estaba confundida. ¿Cómo me conocía si nunca nos habíamos visto antes?, se preguntó a sí misma. Ella quería hablar con el joven pero sabía que las jóvenes, especialmente las de su condición, no debían hacer tales cosas. Parecía que leyera la mente.

–Joven, es usted tan hermosa. ¿Qué tal si damos un paseo por el jardín?,–dijo el joven, sosteniendo su mano en la suya.

Entraron juntos al jardín. Ella sintió como si él la condujera al país de las hadas. Suavemente le susurró su amor al oído y ella le escuchó en silencio. Sintió que el paisaje de primavera en el jardín se volvía más hermoso y fascinante.

Todas las flores parecían sonreírle y los pájaros cantaban sus trinos sin cesar. Rodeado de hermosas peonías, la simpática pareja se abrazaba estrechamente junto al Pabellón de las Peonías. La joven experimentaba una cálida y dulce sensación nunca antes experimentada. Cerró los ojos y disfrutó al máximo de la fascinación y del apego emocional.

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